La liebre y la tortuga

La liebre y la tortuga. Otra confabulación del espejo maldito para distorsionar una fabulosa fábula. Serie Fábulas en el espejo.

 

La liebre y la tortuga

Normalmente la liebre se partía de risa cada vez que se cruzaba con la tortuga y esta la retaba a una carrera. Vale que la liebre fuese una viva la virgen con el currículum en blanco pero lo de la pretenciosa tortuga era el colmo de la arrogancia.

La tortuga le solía decir ¿qué pasa espirigonzalez, una carrerita? Y la liebre la mandaba a paseo hasta que un día que se le hincharon las narices y le acepto el reto.

Una paloma mensajera de la paz en paro, haciendo de juez, dio la salida y luego se fue volando hasta el lugar designado como llegada, o sea la meta, para esperar al ganador.

La tortuga salió ya con el ritmo de carrera en el cuerpo y la liebre caminaba a su paso charlando con algunos curiosos de la zona y a ratos intentaba hacer comprender a su acorazada amiga lo estúpido de la idea.

A veces avanzaba dando vueltas a su alrededor como un satélite. A veces de adelantaba unos metros y luego la esperaba paciente. Cuando la tortuga se acercaba a su posición imitaba el sonido doppler del paso de un coche y se moría de risa panza arriba pateando el aire.

Después de dos horas y trescientos metros de carrera la liebre estaba mas que aburrida de hacer tonterías alrededor de la tortuga y molesta por perderse un día tan espléndido de modo que se despidió de su rival y se dirigió directamente al final. Excepto la paloma allí tampoco quedaba nadie y cruzó las dos cañas del suelo que hacían de línea de meta con las patas delanteras levantadas en señal de triunfo. Después le propuso a la paloma irse de copas.

El ave se tomaba lo de ser juez muy en serio y primeramente rehusó pero tras dos horas más de tediosa espera dijo: que le den a la tortuga de los huevos, vamos a por esa copa campeón.

Quiso el destino que la celebración se saliese de madre y que terminara con la liebre enmoquetando una cuneta y la paloma en un puchero rodeada de patatitas y champis.

La tortuga llegó al día siguiente a la meta y como allí no había nadie quedó convencida de ser primera en llegar y por lo tanto la ganadora y sin otras voces para contradecirla contó la historia como le dio la gana.

 

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