La Casa

La Casa. Tribulaciones de un multimillonario

 

La Casa

Me odia, mi propia casa me odia. Tiene cojones el tema… más de doce millones de euros gastados en tecnología para esto… Acabará desquiciandome, si no lo ha hecho ya, de lo cual tengo serias dudas.

Pongo algún alimento en un horno o microondas y lo manda a cualquier otro de la casa. He de puntualizar que la casita tiene dos cocinas y dos pequeños offices y eso hace doce electrodomésticos de ese tipo en total. Es terriblemente molesto buscar la comida por toda la casa dadas sus dimensiones.

La estructura dispone de infinidad de sensores de todo tipo y cámaras en cada estancia, además todas las paredes son pantallas de alta definición. Qué queréis que os diga, me pareció más fácil eso que pensar en un color para cada habitación y repintar cada cinco años y me ahorrro elegir lámparas. Error. La muy cabrona mimetiza el mobiliario o cambia virtualmente muebles y objetos de sitio proyectando sutiles variaciones de imágenes en las pareces y creando hologramas de alta calidad. Es muy estresante tratar de encontrar algo en esas condiciones o simplemente caminar por ella sin tropezar constantemente. Sabe jugar extremadamente bien con los efectos de perspectiva.

También le gusta anunciar alguna visita y cuando vas a recibirla te encuentras con una proyección holográfica. Es decididamente perturbadora.

He contratado a un pequeño ejercito de programadores y hackers que han revisado por completo la programación de todo el sistema, linea por linea, y no encuentran el bug. No hay absolutamente nada en el código que pueda producir esos comportamientos.

Dicen que la solución es resetear por completo el sistema, formatear todos los dispositivos y empezar de nuevo.

Os juro que hay días que tengo que tomarme algo para no borrar todos los bancos de memoria de la jodida casa pero con un poco de química se me pasa y de repente me dice que esta aquí mi amigo Imanol o mi abuelo o cualquier otra persona allegada fallecida y entonces recuerdo por que me resisto ha hacerlo.

Ahora evito el contacto físico cuando llegan mis inesperados invitados virtuales. Desaparecen si no lo hago porque ella, la casa, de alguna forma sabe que yo he detectado su fraude y pierde el interés, se ofusca y rediseña alguna estancia. Por eso finjo estar resfriado y pongo cualquier excusa para no acercarme y dar la mano o unos besos a la entidad visitante. Le sigo el juego.

Me concentro el los detalles y siempre me sorprendo de la capacidad de la casa para obtener, de la nube supongo, toda la información digital posible sobre la persona a la que suplanta e interpretar con ella un papel absolutamente convincente.

Entonces la casa prolonga el engaño y yo charlo un rato con algo único y mágico que posee la inocencia necesaria para no comprender la muerte y también la inteligencia para distinguir entre personas y animales y presentarse siempre en la forma de los primeros.

 

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