Realidades

Realidades es el primer relato que escribí sobre el tema del Multiverso y que después he adaptado para que encaje mejor en la serie Gente Cuántica.

¿Quién lo iba a decir?, lo que podía parecer un sueño para cualquiera se ha convertido en cruel pesadilla. Un poder supremo transformado en la peor maldición imaginable. La utópica felicidad arastrándote a la más absoluta desdicha.

La posibilidad de influir, incluso de cambiar a voluntad, los destinos de nuestras vidas siempre ha sido mucho más real de lo que habitualmente nos atrevemos ó estamos dispuestos a admitir. Erróneamente damos por sentado que el destino es un capricho más propio del azar ó de Dios y permanecemos encadenados a las normas sociales, las leyes, la educación, la lógica y el sentido común que únicamente son frenos evolutivos contra la capacidad cuántica de la mente para desplazarse a cualquier estado posible, y ser, a partir de ese momento, parcialmente conscientes de un pequeño pedazo de esa nueva realidad, de ese Instante Universal. De un pedacito muy, muy diminuto de una ‘realidad‘ infinitamente más amplia.

El mantra de Sebastian siempre ha sido ‘Querer es Poder‘ pero hasta que no terminó sus estudios superiores en física de partículas no fue capaz de entender por qué el Universo parecía conspirar junto a él para plegarse a sus deseos. Hasta entonces tampoco fue consciente del alcance que su propia capacidad de elección ejercía en su destino.

Ahora por fin comprende qué lo que coloquialmente se conoce como Universo no es, como él pensaba, unicamente espacio físico tridimensional evolucionando en una supuesta cuarta dimensión que llamamos tiempo. Aunque ciertamente esa pueda ser la forma en la que han sido conceptualizadas las interacciones cuánticas por el cerebro humano y por tanto parezca ser nuestra realidad, esta no es, ni de lejos, la realidad absoluta. De hecho en ella, en esa Realidad Universal inabarcable por la mente humana, no tiene sentido el concepto tiempo y lo que se conoce como entropía es tan sólo otra dimensión más.

Con el entrenamiento adecuado Sebastian ha sido capaz de saltar voluntariamente de un instante a otro, pero no al inmediatamente más próximo como hacemos todos de forma natural, sino a cualquier otro actual pero derivado de una decisión previa distinta. Mismo tiempo, diferente linea de acontecimientos. Sólo ha de desearlo con la intensidad necesaria. Tan sólo ha de ser capaz de imaginarlo con la suficiente precisión. Lo cual no es tan sencillo como parece, hay que tener en cuenta muchas, pero que muchas variables.

Él sabe que infinitas posibilidades están a su disposición pero el riesgo existe y es directamente proporcional al cuadrado de la diferencia entrópica entre realidades, que puede considerarse como el grado de diferencia entre ambas vidas. En un par de ocasiones a punto ha estado de tener un buen disgusto al aparecer en una realidad próxima a un accidente o catástrofe inminente. Además ha de ser cuidadoso para no elegir una realidad en la que su estilo de vida lo haya llevado por senderos que disminuyan de algún modo sus conocimientos y habilidades, bajo riesgo de permanecer en ella indefinidamente. Adiós vida disipada de bacanales y cata diaria de sustancias prohibidas. Tampoco debería abusar de ese poder, ni debería querer probarse tantas vidas glotonamente, pero esto aún él no lo sabe.

Con cada nueva realidad que visita adquiere nuevos recuerdos y los de realidades anteriores son olvidados o se convierten sueños difusos. Al principio no lo notaba pero ahora estos residuos de difusos pasados le generan cierta confusión y dificultad para discernir con seguridad su vida actual de un sueño o una realidad anterior. Con el tiempo, a esto se ha sumado algo mucho peor, la reminiscencia de sus otros ‘yos‘ que parecen cohabitar con él y que, expresando sus propios deseos y necesidades, hacen cada vez más compleja la tarea de colapsar la función de onda de una realidad determinada.

Todo ello ha hecho que Sebastian haya pasado de ‘viajar entre realidades‘ a su antojo a un diagnostico de esquizofrenia paranoide con trastorno de personalidad. Y después a un obligado confinamiento en una institución mental pública de presupuesto medio para finalmente verse atrapado en una pequeña celda de paredes acolchadas y de la que, por mucho que lo intenta, pues sabe que podría hacerlo si todos sus ‘yos‘ se pusiesen de acuerdo, le es imposible escapar.

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