Las gallinas de los huevos de oro

Las gallinas de los huevos de oro. Mi fabuloso espejo y sus fábulas distorsionadas a la carga de nuevo. Relato corto de la serie Fábulas en el espejo

 

Las gallinas de los huevos de oro

Sucedió que un día el buen granjero encontró un huevo de oro en su corral. Por supuesto el hombre estaba perplejo, pero lo achacó a un régimen alimenticio especial que probaba en una de las gallinas para mejorar el sabor de los huevos. El nuevo pienso producía por accidente una mutación irreversible en los genes del ave haciendo que esta protegiese su célula reproductiva con oro el lugar de calcio.

Alimentó al resto de gallinas con el mismo preparado nutricional y en unos días todas ponían sabrosos huevos de oro. Aunque resultaba un poco más engorroso cocinarlos porque la cascara, siendo metálica, no daba fácil acceso a su interior. Aunque al ser el oro un metal muy maleable podía cortarse con relativa facilidad y en todo caso ese inconveniente de disipaba entre las alegrías que acompañaban a los beneficios económicos obtenidos con la posterior venta de la cáscara sobrante, ahora hecha del precioso metal.

Puesto que el granjero era un hombre sencillo y bueno, con conciencia social y eso, decidió compartir su hallazgo con todos. De esa forma pensó que incluso podía erradicar la pobreza del mundo. Para ello colgó en internet y en sus cuentas de redes sociales un video explicativo de como elaborar el pienso mágico.

Lógicamente el video se hizo viral. En pocos días casi todas las gallinas del planeta eran alimentadas con su dieta especial y todas ponían preciosos, relucientes y sabrosos huevos de oro. Para maximizar las ganancias la idea se extendió a todos los animales ovíparos, desde avestruces a serpientes.

En ningún momento imagió el buen granjero que su altruista acción sería la causa del colapso de la economía mundial porque la abundancia del noble metal lo convertía ahora en vulgar y sin valor.

Eso arruinó a millones de personas y a cientos de bancos y países que habían invertido sus ahorros en el oro, atesorando estúpidamente kilos y kilos del dorado elemento.

Fueron muy pocos los pequeños y paupérrimos granjeros que, por sus penurias económicas o geográficas o culturales, no disponían de acceso a internet y ajenos al cambio en su sector, continuaron con el huevo tradicional sabiamente elegido por la madre natulareza.

Para ellos tan sólo ha sido el comienzo de otro calvario mayor. Desde la caida del sector avícola son objeto de persecuciones, robos y asesinatos para conseguir, a cualquier precio, los ahora escasísimos y delicados huevos de gallina con cáscara de calcio. Los pocos que pueden obtenerse son finamente ornamentados y exhibidos por la gente adinerada para la envidia del resto de desdichados que únicamente pueden conformarse con sus vulgares huevos de oro.

 

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