Discrepancias históricas

Discrepancias históricas: A veces en las leyendas tan sólo queda una sesgada parte, romántica y bonita, de la cruda realidad.

DISCREPANCIAS HISTÓRICAS

Cuando llegan al Toboso ya les acompaña el ocaso pero ni las sombras del crepúsculo ni los espesos humos de las cocinas de leña, con aromas a manteca y romero, ocultan ambas figuras tan dispares de las furtivas miradas de reproche de sus vecinos.

-Es que esta vez jefe…. mira yo… que creo que tas’pasao amigo.

-¿Otra vez compañero? No empieces con eso de nuevo, bastante difícil ya va a ser explicarlo en casa ¿no crees?.

-Sí que es cierto eso, sí. ¡Qué no te pase na…!

-Gracias amigo, descansa bien. Nos vemos mañana.

Ta mañana.

Se separan tras cruzar la pequeña plaza del pueblito sintiendo docenas de invisibles ojos sobre ellos.

Haciendo penosos equilibrios para no dejar caer la maltrecha dignidad que aún cree poseer, una figura alta y desgarbada llega finalmente a su hogar.

Por aquello de ganar tiempo, de retrasar lo inevitable, se dirige primero al establo y allí se demora más de lo necesario en descargar los bártulos y asear y alimentar a su noble montura. Acompaña al animal hasta que se arma del valor necesario para atreverse a cruzar el umbral de la puerta de su casa..

-Hasta mañana Roci, deséame suerte. – Le dice al salir del establo.

Abre la pesada puerta despacio, con una rosa fresca en la mano izquierda y una amplia sonrisa en el rostro. Justo en ese momento la ensaladera de barro decorada con vistosas flores, que perteneció a su difunta abuela, se hace añicos contra su cabeza. Menos mal que aún lleva el yelmo. A pesar de ello se siente mareado por un instante y la rosa se resbala de su mano y cae al suelo.

-¡Pero qué valor tienes! ¿Como es posible que te atrevas a volver? – Le dice la joven – ¿Es qué acaso no te lo advertí? ¿Quizá no me expliqué bien? ¡Joder qué si te lo advertí! Te lo dije muy claramente. ¡Te dije que era la última vez! ¿Sí o no? Te dije que si te ibas de nuevo no te molestaras en volver. – A medida que la mujer grita alzando más y más la voz, más y más objetos de cocina, decorativos y de la vieja vajilla familiar, que él ya no se molesta en esquivar, impactan contra la puerta, la pared, y contra su armadura. Los impactos de los proyectiles que le golpean apenas los siente y no le causan ningun dolor, pero las palabras… eso es otra cuestión.

-Pero mi amor…

-¡Ni mi amor, ni hostias! ¡Me tienes hasta el coño! ¡Fíjate lo que te digo!. Y encima ahora esto…

-Cariño puedo explicarlo…

-¡Qué no joder!, que no quiero más explicaciones tuyas ni volver a oír tus absurdas historias de enajenado. No puedes dejarme sola semanas. No puedes irte a recorrer Castilla con ese gordo inútil y retrasado y yo mientras aquí, aguantando las miraditas y los cuchicheos de los vecinos.

-Pero, es que…

-Es que ¿qué?, ¿eh? Es que ¿qué? ¿Acaso no sabes lo que dicen todos? ¡Claro qué lo sabes! ¡Y te da igual! ¡a tí no te afecta, te resbala!. Y para colmo ahora lo del molinero. Esto es la gota que derrama el vaso. ¡Esto no lo olvidarán en años! Y yo ¿qué culpa tengo?, ¿eh?, ¡dime joder!, ¿qué culpa tengo yo? Solo soy la prometida del loco, del tarado, la doncella del drogadicto. ¿Verdad?

-Pero Dulcinea, mi amor…

-¡Basta!, me lo prometiste. Me juraste que lo de las setas se había terminado y aún así mírate. ¡Embistiendo molinos! ¡Por Dios! Arruinando la cosecha de toda una aldea. ¡Su sustento joder! ¡el futuro pan de sus hijos! ¿pero tú tienes idea de lo que has hecho?

-Lo siento, de verdad… no se que me paso.. es que…

-¿Qué no lo sabes? ¿En serio? ¿Gigantes? ¿Quieres que yo te lo diga? ¿Eh? ¿Te lo digo yo? Pues que estabas puesto hasta las trancas. ¡¡Eso es lo que te pasó imbécil!!

La chica tiembla de rabia, agotada, rojísima. Cerca de ella ya no quedan más objetos que pueda arrojar. No volverá a escuchar de nuevo sus infantiles explicaciones. Ahora mismo no quiere ni verle así que se da la vuelta, entra en la pequeña alcoba que hace de dormitorio conyugal y dando un violento portazo, que hace temblar la estructura de madera de toda la estancia, da por finalizada la discusión.

Él hombre de hojalata sigue inmóvil, aliviadísimo de que al fin haya cesado la lluvia de platos, vasos, cuchillos y palabras. Bueno… aún podía haber sido peor.

-Oye Dulci, mi amor ¿y… un polvete de reconciliación?

Bienvenido nanolector !!! ¿que te cuentas hoy?

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