Demasiadas muertes

La costumbre de morir

Su primera muerte fue anónima, pasó totálmente inadvertida. Camuflada entre las otras muertes de los otros figurantes que, como él, cayeron en el momento álgido de la batalla.
Su segunda muerte no fue mucho mejor, dos ráfagas de ametralladora Thompson en un estrepitoso tiroteo a un coche aparcado que le dejaron inmóvil junto a otros tres gangsters de cuarto nivel.
De las nueve siguientes, también anónimas, la última le devolvió los ánimos. Debido a la necesidad de mostrar despiadada la crueldad del grupo terrorista autor de la masacre, la escena requería el bofeton visual de las mortales consecuencias causadas por el artefacto explosivo y la buena fortuna le señaló a él. Finalmente estaba tan desfigurado y roto que resultaba irreconocible, pero las horas que pasó en el set de maquillaje y aquel primerísimo y largo plano merecieron la pena.

Luego le tocó interpretar a malvados secundarios que mueren al principio y a dueños de torturadas personalidades que mueren al final. A románticos enamorados que mueren por, o a causa del amor y también a intrépidos exploradores de océanos y galaxias que, a regañadientes, en heriocas gestas, abandonan su plano existencial por razones altruistas.
Se colocó en la piel del héroe popular que muere por los suyos y del dictador impopular que resulta muerto por los suyos.
Incluso dió vida a personajes que morían más de una vez y en más de una ocasión. La primera en el papel de una pareja de gemelos. Dos asesinos en serie condenados a muerte por inyección letal y ejecutados en el mismo día y a la misma hora. La segunda vez, ahora se da cuenta, una interpretación demasiado rocambolesca en la que daba vida a un científico que trataba de evitar el accidente de tráfico de su mujer e hijo enviando clones suyos al pasado para alterarlo. Uno, dos, tres y hasta ocho veces fue sacrificado para salvar a la família del científico que finalmente también resultó muerto, asesinado por su último clon, vengativo al descubrir este todo el pastel y saberse utilizado por su yo futuro.

A muerto tiroteado y apuñaldo, envenenado y ahogado, incinerado y por sobredosis, por enfermedad y de frío, de viejo y despeñado, devorado y decapitado, también de hambre, de sed y de pena.
Ha muerto de tantas formas distintas que, esta mañana, cuando su representante le ha dicho que en su próximo papel le espera una sorpresa ha vuelto a sentir ese olvidado hormigueo de expectante urgencia por recibir el guión para así poder ver que nueva, sádica e imaginativa, forma de matarle han elegido esta vez.

Ahora, tras leer todo el texto con avidez, nota que le recorre la espalda un sudor frío… Se siente confuso e inseguro… Piensa, no sin cierta ironía, que siendo este el papel de su vida quizás no sea capaz de interpretarlo… Su personaje, por primera vez, no muere en la película.

 

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