Comerciante

Brindemos por la felicidad… por los deseos…

Llevaba ya un buen rato con la mirada perdida en mi gintonic y no me di cuenta del momento en el que ella se sentó a mi lado. Levanté la vista cuando sentí el calor de sus ojos. Me dijo que era comerciante de felicidad y de tiempo.

Os lo juro: era preciosa. Y como dicen que el tiempo es oro le ofrecí unos minutos a cambio de un poco de felicidad. Ella negó levemente con la cabeza. Es tarde para la felicidad -me dijo con voz suave- y ya tengo todo tu tiempo, -añadió tras una sonrisa.

No debí de insistir pero me tenía hipnotizado con su traje de noche. Tan ceñido y tan negro…

Eres una magnífica comerciante -dije- ¿Qué tal si te dedico mi tiempo y también mi felicidad y no te pido nada a cambio?

No lo entiendes, -respondió. Me miraba divertida-. Supongo que no lo recuerdas pero tú y yo somos viejos conocidos.

¡Qué más quisiera yo!, como olvidar esos ojos... -pensé-.

Ella continuó acariciándome con su voz: –Fui yo quien te presté mi felicidad y mi tiempo… Sí, a ti. Incondicionalmente.

Dió un breve sorbo al coctel que sujetaba entre los finos dedos que culminaban una mano delicada y pálida de manicura exquisita.

Me gusta hacerlo, es mi próposito. -prosiguió- Creo que es algo hermoso poder repartir felicidad y tiempo. -Y acompañó sus palabras con un leve gesto del brazo que parecía invitar con su copa a cada cliente del bar.- Aunque lamentablemente solo pueda ser un préstamo. -Añadió con un mohín.- La felicidad me la has ido devolviendo poco a poco. Hace mucho que la agotaste y saldaste esa deuda. En cuanto a la otra, el tiempo… te ha costado más cancelarla pero al fin lo has logrado.

La suave cadencia de sus palabras susurradas por esos labios dulces… tan cerca… borraba su significado. Yo no tenía ni idea de qué me hablaba, y me daba lo mismo.

Se giró un poco y me besó en la boca.

En ese momento, además de su caro traje de diseño, además de sus ojos tallados como gemas y de sus manos de marfil, además de sus sensuales labios dulces y frescos… me cautivó el fascinante brillo de la guadaña que ocultaba tras ella.

 

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