Prueba de amor

En Prueba de Amor nuestros personajes cuánticos siguen queriendo alcanzar ese esquivo destino que creen merecer… ilusos.

 

Prueba de amor. Gente Cuántica

I

¿Qué hubiese sucedido en caso de haber apretado el gatillo…?

Esa es la cuestión que me atormenta, que me obsesiona, que me quita el sueño… que devora mi vida con pequeños mordiscos. Ese jodido momento recursivo que vuelve y vuelve… y vuelve, nítido como aquel día en el que nuestras miradas se enfrentaron en la sórdida habitación de un hotelucho barato.

La suya desafiante contra la mía vencida por la ira y la decepción. Aún así vi nítidamente el reto en sus brillantes ojos claros, era una suplicante prueba de amor… y no tuve el valor necesario para superarla… que tonto fuí… ¡no!, ¡qué cobarde…!

Sus preciosos ojos gritándome: ¡mátale!, hazlo por mí, hazlo sólo para demostrarme que me amas. ¿Acaso no era motivo suficiente? Y estuve muy, pero que muy cerca de convertirme en un asesino. Me faltó un pequeño grado de locura, un sorbito más de wisky… pero dominé mi rabia y el temblor de mi dedo indice sobre el gatillo y dejé que aquel pobre imbécil, aún semidesnudo, se largara dando traspiés.

Ella le siguió segundos después mientras me lanzaba puntiagudos pedazos de desprecio sin decir ni una sola palabra.

II

Día tras día, la misma pregunta, una y otra y otra vez… Durante cinco años… Hasta hoy…
Hasta esta mañana, en la que inesperadamente me despierto sobre el duro camastro de una fría y desconocida celda compartida.

Lejos de sentir temor o extrañeza, mi expresión es casi de alivio al recordar mi crimen. Al saber que por fin estoy donde debo estar. Al sentirme en paz, por primera vez en mucho tiempo y haber superado su prueba. En paz por haber tenido el valor de quitar una vida para demostrar un amor. Por disponer de una nueva oportunidad para hablar con ella y decirla, ahora que cuento con el respaldo de mi delito, lo mucho que la quiero…

III

Recuerdo que me acusaron de homicidio y que fue por una mujer aunque no recuerdo su nombre ni su rostro… Recuerdo que yo era culpable…

Y recuerdo que sucedió hace cinco años. Tiempo este que he permanecido recluido en un centro penitenciario y que he preferido olvidar. Y de hecho prácticamente lo he conseguido, abusando de todo tipo de sustancias tóxicas…

Ahora sólo quedan inconexos jirones de una vida que bien pudiera ser de cualquier otro y no mía. Hace dos días volví a pensar en ella con mucha intensidad y de nuevo recordé cosas, estoy seguro de que recordé cosas, pero ahora todo vuelve a ser borroso y confuso.

Recuerdo que me han devuelto mi ropa, la que vestía hace cinco años cuando llegue aquí y que ahora me queda cómicamente holgada. Me han dado algo de dinero, un folleto con algunas indicaciones, la dirección de un centro de desintoxicación y la de varios albergues. Me han dicho que soy libre y me han explicado como llegar hasta la parada de autobús más cercana a la penitenciaría.

La misma parada en la que me encuentro en este momento, pensando a donde me llevará el próximo autobús que se deje caer por esta carretera desierta, y viendo a la vez como se acerca un coche que para a mi lado y del que se apea una mujer preciosa que me tira un beso y una sonrisa… Pero yo no soy capaz de encajar un recuerdo en ese rostro ni un nombre en ese beso y súbitamente la carretera vuelve a estar vacía de nuevo…

 

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