El último selfie

El último selfie. Microrrelatos del siglo XXI

 

El último selfie

Si, bueno… no es para tanto la verdad. Cuando me presenté voluntario ya sabía de que iba el asunto y nunca he esperado el milagro de última hora.

Mis papas siempre me lo decían: Niño, ni se te ocurra acercarte a un agujero negro. Y como os conozco un poco y se que os dominan pensamientos de ese color os aclaro que no, la advertencia no tenía ninguna connotación sexual o racial. Mis padres eran, ambos, reconocidos astrónomos y sabían muy bien de lo que hablaban.

Muchos me preguntáis cuales son mis motivaciones para presentarme voluntario a esta misión suicida. Bueno la respuesta es muy simple: La conocen al menos las otras trescientas mil almas que también acudieron al casting. Lo hago porque todos los nombres célebres en la historia, y fíjate que digo nombres y no hombres, que en todo caso sería un subconjunto. Todos esos nombres tienen en común haber sido los primeros en algo.

Ese algo que no tiene por qué ser necesariamente noble, altruista o beneficioso para los demás. Para entrar en este selecto club sirve lo mismo un genocidio, una hazaña espectacular o un descubrimiento médico trascendente. Si eres el primero en alguna cosa, la que sea, buena o mala, eso da igual, si eres como digo el primero o primera en algo, tu nombre pasa a la historia. Es así se sencillo. Es un proceso automático, una ley inherente del ser humano.

Lógicamente la magnitud y originalidad del acto que te ha distinguido de tus semejantes ejerce un peso notable sobre la persistencia del recuerdo de tu nombre.

Teniendo todo esto en cuenta a mi me parece que hacerse el primer selfie lanzándose de cabeza a un agujero negro vestido de torero espacial, y además difundido en streaming a todos los dispositivos del planeta es… como decirlo… es la hostia ¡coño!

 

 

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