Astrosurfer

Astrosurfer. Esto sí que es una Odisea Espacial y no lo del HAL9000 ese…

 

Astrosurfer

Estoy haciéndolo sobre la cola de un precioso cometa.

El intenso calor del Sol licúa parte de los gases congelados de la inmensa bola de hielo y polvo.
Y las partículas de alta energía que forman el viento solar arrastran las moléculas de gas recién sublimadas formando una magnifica estela sobre la que hábilmente gobierno mi tabla.

¡Madre mía! ¡Qué sensación! El cometa tan cerca, tan hermosas las tenues nubes de átomos ionizados por la proximidad del astro rey… y su intenso calor en la piel… Soy plenamente consciente de mi tamaño imposible y absurdo que permite que mis alardes sobre la tabla sean perfectamente visibles desde los telescopios terrestres pero ahí estoy yo: deslizándome entre los rizos de la cabellera del cometa.

Por supuesto soy consciente de que debo estar soñando. Pero ¿qué me importa eso si la sensación es tan real? No quiero abandonar este sueño. Siento el vértigo en el estómago al desplazarme por el espacio a velocidades asombrosas.

Envuelto en el silencio más absoluto siento la poderosa gravedad del Sol y también la de la cercana roca gigante. Siento la inercia de una masa imposible de imaginar.  Y siento como mi danza sobre esa majestuosa cola sideral altera levemente el rumbo del perezoso cometa. Como si unas riendas invisibles lo atasen a mi enorme tabla y él se doblegase a mi voluntad.

Hago varios quiebros jugando sobre las turbulencias gaseosas y la trayectoria elíptica de la piedra se quiebra levemente para apuntar un poco más hacia ese planeta azulado tan familiar en el que solemos pasar nuestros días. Me acercaré un poco a él y así me veréis mejor… ¡Espectacular!

Puedo ver miles de diminutos rostros fascinados, asombrados, incrédulos. Observando con envidia, a través de sus pequeños telescopios, a ese intrépido astrosurfer tan afortunado por poder bailar entre las estrellas. ¡Dios, qué sensación!

Ahora también puedo sentir la gravedad de la Tierra. Es fuerte. ¡Ya lo creo que sí! Puede que la haya subestimado porque ahora todos mis esfuerzos sobre la tabla no consiguen alterar mi nuevo rumbo.

La Tierra y el vértigo parecen aumentar juntos a un ritmo demasiado incómodo. Me asusto. Esto ya no mola. Ahora sí sería buen momento para despertarme.

Y lo hago… Estoy en un hospital. Mi madre llora en silencio a mi lado.

-Mamá. -Susurro. Ronco. Sin voz.
-¿Hijo? ¡Ay dios mio! -Me mira unos segundos y llora, y ríe y me abraza. Todo a la vez.
-Mamá… no recuerdo… ¿qué ha pasado?.
-Nada mi amor, no ha pasado nada. Te golpeaste la cabeza con una roca de la playa. Nos has dado un buen susto tesoro, pero ya ha pasado.
-¿Hacía surf?
-Si cielo, hacías surf. -Me responde y sonríe un poco.
-¿Cuanto tiempo llevo dormido mamá?
-Unos días hijo, no te preocupes por eso ahora. -Las lágrimas regresan.
-Mamá no llores más, estoy bien.
-Si cariño, estas bien. Estas bien… Estas bien… -repite. -¡Qué alegría…! -Pero cada vez que me mira rompe a llorar de nuevo… creo que le puede la emoción.

Ella está tan feliz de que su hijo haya despertado del coma… sería un milagro le habían dicho los médicos. Hasta ayer hubiese dado la vida por ese milagro pero ahora…

¿Qué sentido tiene ahora? ¿Qué sentido tendría contarle al chico que el cometa que ambos contemplaron hace dos semanas, justo tres días antes del accidente, ha alterado cruel e inexplicablemente su trayectoria y ha sentenciado sus destinos?

Sujeta fuerte la mano de su hijo. El impacto ha sido en el Océano Pacífico hace unos minutos. Una lejana ola de mar de varios kilómetros de altura ya puede verse desde la ventana de la habitación del semiabandonado hospital.

 

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